Trauma de evento único: cuando un momento cambia todo
- Constanza Alaye
- 12 sept
- 3 Min. de lectura
Un accidente, una pérdida inesperada, una noticia médica, un asalto. A veces basta un instante para que la vida se parta en un “antes” y un “después”. El cuerpo y la mente reaccionan con tal intensidad que, incluso mucho tiempo después, la persona puede sentirse como si aún estuviera en peligro.
¿Qué es un trauma de evento único?
Se trata de una situación puntual, inesperada y abrumadora que sobrepasa los recursos de la persona en ese momento. No es necesario que dure mucho tiempo: con un solo episodio puede ser suficiente para que el sistema nervioso quede en alerta.
Algunos ejemplos:
Un accidente de tránsito
Un robo o una agresión
Una cirugía de urgencia
Un desastre natural
La pérdida repentina de un embarazo
Recibir un diagnóstico médico inesperado
Síntomas frecuentes
Después de un evento traumático, pueden aparecer distintas reacciones. Algunas suelen ser inmediatas y otras se sostienen en el tiempo:
Recuerdos intrusivos: imágenes, sonidos o sensaciones corporales que irrumpen de manera involuntaria.
Pesadillas relacionadas con lo ocurrido.
Hipervigilancia: estar en alerta constante, sobresaltarse fácilmente, sentir que “algo malo puede pasar en cualquier momento”.
Evitación: alejarse de lugares, personas o situaciones que recuerden al evento (por ejemplo, no volver a conducir después de un accidente).
Cambios emocionales: irritabilidad, enojo, tristeza profunda, miedo intenso.
Síntomas físicos: palpitaciones, dificultad para dormir, sensación de falta de aire.
Desconexión o entumecimiento: sentirse “como en piloto automático”, sin poder conectar con lo que pasa alrededor.
Estas reacciones no son señales de debilidad. Son formas en que el cerebro y el cuerpo intentan protegernos, aun cuando el peligro ya haya pasado.
Ejemplo ilustrativo como viñeta clínica:
"Sofía, de 29 años, sufrió un accidente de coche cuando un vehículo se cruzó en rojo y chocó contra el suyo. Aunque físicamente sólo tuvo heridas leves, después comenzó a sentir un miedo intenso cada vez que debía subirse al auto.
Tenía imágenes recurrentes del momento del impacto, se sobresaltaba con facilidad y evitaba pasar por la intersección donde ocurrió el choque. También notaba que dormía peor y que estaba más irritable con sus seres queridos."
En terapia, pudo comprender que estas reacciones no eran un signo de debilidad, sino la forma en que su cerebro intentaba mantenerla a salvo tras haber vivido una experiencia abrumadora.
Con el abordaje EMDR, Sofía logró:
Revivir el recuerdo del accidente en un entorno seguro y sin quedar atrapada en la angustia.
Disminuir los sobresaltos y el miedo intenso al conducir.
Dejar de tener imágenes intrusivas del momento del impacto.
Recuperar la confianza para manejar y volver a sentirse tranquila en la calle.
Gracias a este proceso, pudo retomar actividades de su vida cotidiana que había dejado de hacer y sentirse nuevamente en control.
Diferencia con el trauma complejo
El trauma complejo suele originarse en experiencias repetidas o prolongadas (maltrato, abuso, negligencia emocional). El trauma de evento único, en cambio, surge de un episodio puntual que irrumpe en la vida cotidiana.
Ambos pueden dejar huellas significativas, pero la manera de abordarlos en terapia no es la misma.
La importancia de atenderlo pronto
Con frecuencia, algunas personas logran procesar espontáneamente la experiencia con el paso del tiempo. Sin embargo, otras quedan atrapadas en síntomas persistentes que interfieren en su vida diaria.
La intervención temprana aumenta las posibilidades de que el cerebro logre integrar lo vivido, reduciendo la carga emocional y previniendo que el trauma se cronifique.
Pedir ayuda no es exagerado: es un acto de cuidado hacia uno mismo.
¿Cómo ayuda EMDR?
El abordaje con EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares) facilita que la memoria traumática se procese de manera adaptativa.
Con este enfoque, la persona puede:
Recordar lo sucedido sin quedar atrapada en la intensidad emocional.
Disminuir los recuerdos intrusivos y las pesadillas.
Recuperar la sensación de seguridad en el presente.
Retomar actividades que había comenzado a evitar.
Un evento único puede sentirse como una herida que cambia todo. Sin embargo, con el acompañamiento adecuado es posible integrar la experiencia, recuperar la calma y volver a confiar en uno mismo.
Si atravesaste una situación así, recordá que no tenés que hacerlo en soledad: pedir ayuda es parte del camino de sanación.
Gracias por leer :)
Lic. Constanza Alaye
Psicóloga – Especialista en Trauma y EMDR